Hoy, en nuestro centro, hemos celebrado el día de la Paz, y hemos disfrutado de la visita del alumnado de 6º de primaria del colegio Alcalde Galindo.
Ha habido música interpretada por Juan Pablo, Paco y Víctor, canciones compartidas, mensajes de paz y esperanza escritos en cintas de colores, que adornarán nuestro instituto, y se han leído las siguientes palabras que compartimos con todas las personas que deseen leerlas:
Hablar de este día sin hablar de Mahatma Gandhi, es imposible. Para él, la paz no era sólo una postura para evitar conflictos. Planteaba que la paz era el único camino que debían recorrer los seres humanos para evitar la violencia y la injusticia en el mundo. Si hoy se celebra el Día Escolar de la No Violencia y de la Paz, es porque este personaje histórico fue asesinado el 30 de enero de 1948. Qué injusto que alguien así muriera de esta forma.
La paz hay que construirla día a día y sólo puede nacer desde el compromiso interior de cada persona, con el bien propio, pero, sobre todo, con el bien común. Solemos entender la paz como contraposición a la guerra, pero este concepto va más allá, o, mejor dicho, va más hacia dentro. Y es que, si no hay paz interior, es muy complicado que haya paz en nuestro exterior. Sé que es muy fácil de decir, pero un pequeño gesto en este sentido es ya un gran triunfo.
Estos días estamos trabajando en clase los textos instructivos, he pedido al alumnado que escriba un decálogo de un asunto que ellos consideren importante. Eso me ha dado una idea: crear un decálogo que nos ayude a crear paz, al menos, en nuestro contexto más cercano. Ahí va:
Cuidar de nuestro bienestar físico y emocional, porque son los mejores cimientos sobre los que empezar a construir la paz.
Cuidar de otros a la vez que nos dejamos cuidar, dibujando el símbolo infinito del dar y recibir.
Conseguir que nuestra comunicación con los demás construya puentes, aunque pensemos de modo diferente.
Cuidar del lugar donde vivimos, no sólo del hogar familiar, sino ir más allá y cuidar, con pequeñas pero significativas acciones, de nuestra localidad, de nuestro país, de nuestro planeta.
Tener con los demás sencillos gestos de amabilidad, los conozcamos o no: saludar, una mirada cariñosa, una sonrisa, dar las gracias…
Respetar la libertad del otro, tratando de evitar los juicios, teniendo siempre presente la máxima que dice: «Mi libertad termina donde comienza la del otro” (Rousseau).
Desarrollar la capacidad de perdonar, dejando atrás el resentimiento y la ira que en realidad nos frenan, y así poder seguir adelante con nuestra vida.
Tratar de ser auténticos y coherentes en nuestro día a día, buscando el equilibrio entre lo que pensamos, sentimos, decimos, hacemos…
Desarrollar el pensamiento crítico, comprometiéndonos con nuestro aprendizaje, no sólo a través del estudio, sino a través de las experiencias vitales.
Buscar darle un sentido a nuestra vida con un propósito que nos llene de ilusión, en coherencia con nuestros talentos y con nuestras pasiones.
Es posible que todo se reduzca en realidad a una única cosa: que sea el Amor el que mueva el mundo, más allá del miedo y del odio. Y ese Amor, con mayúsculas, empieza siempre por uno mismo, por una misma. Sólo una persona que se quiere de verdad, puede construir la paz, tanto dentro, como a su alrededor.
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